El amor es
sacrificio o eso he escuchado. Los sacrificios que se hacen por amor pueden
llegar a ser pequeños como dar el último cuadrito de chocolatina Jet, dolorosos
como ceder el control del televisor o más grandes, como dejar de fumar. Hacemos
todas estas cosas esperando que la otra persona haga lo suyo para hacernos más
felices el uno al otro, pero hay un sacrificio que a mí, me llena de dudas y
ese es renunciar a los tacones para estar, literalmente, al lado de un hombre
bajito.
Me imagino
cambiando mis Louboutin de 10 cm de alto por unas Flats contacto directo al
piso y pienso que creo en el amor, pero no tanto. Amigas que piensan lo
contrario, tengo muchas y es una pena. No porque se hayan enamorado de un
hombre bajito sino porque tan desprendidas ellas de sus accesorios, renunciaron
también a ese sentimiento único de convertirse en Mujer Maravilla con un solo
paso. Además, renunciar a los tacones incluye tirar por la borda todo el
esfuerzo que imprimimos durante años para que nuestras piernas se dejaran de
parecer a las de Bambi aprendiendo a caminar, y desarrollando resistencia
(porque decir callosidades en este espacio sería una falta de elegancia y
glamour) en cada punto débil del pie.
A mí me parece
que es hora de dejar atrás esas concepciones cerradas de que el hombre debe ser
más alto que la mujer, sobretodo porque si a mis 1.70 (modestia aparte) le
suman mis tacones de 10 c.m. la población masculina potencial para relacionarse
romanticafectivamente en Colombia se
reduce considerablemente y la intersección con aquellos que valen la pena,
sería casi imperceptible al ojo humano y a la esperanza de una mujer. Prefiero
un hombre bajito que no se deje intimidar por unos centímetros de más (o de menos) y seguir disfrutando del placer
sado y fetichista de llenar vacíos a punta de zapatos.
En conclusión: Yo, me agacho pero de mis tacones… no
me bajo.
Además, nada más mírenlos… Estos zapatos de las
pasarelas de Otoño/Invierno 2014 solo podrían encontrar competencia masculina
en la cara de Liam Hemsworth.
Gracias a mi guía espiritual conozco lecciones de vida tan importantes como esta. Ya sé que seguir a Tina Fey en lugar de al papa Francisco no me garantizará un lugar en el cielo, pero por lo menos sabré que en mi religión se promueve que las mujeres lloremos, como método para aterrar a todo el mundo y conseguir lo que queremos. Amén.
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