viernes, 13 de marzo de 2015

8 pequeños placeres del vestir













El otro día estaba cenando con mis amigos del colegio, los de siempre, después de 6 años de no estar todos en la misma zona horaria. Hicimos un brindis con vino blanco, por fin habíamos cambiado ese jugo de lulo rendido que daban en el colegio y nos sentíamos tan evolucionados, tan adultos, tan otros (Antes de pagar y de sentirnos tan vaciados, tan nosotros). Estábamos ahí cenando y riéndonos, cuando me di cuenta de que una salida insignificante significaba en realidad, todo un mundo, todos los lugares que habíamos recorrido, todas las personas que habíamos conocido, las pelis que vimos y las canciones que bailamos en estos años, significaba también todo lo que nos habíamos querido pero sobretodo, lo que nos habíamos extrañado. Ya no nos extrañábamos más y esa felicidad no era pequeña.  No me sorprende encontrarme trozos de felicidad en la cotidianidad, siempre pasa, en las películas, en la vida, en TNT, donde sea, pasa. En el transmilenio, en el desayuno, en el armario- pensé- también pasa que uno se encuentra un mundo en una irrelevancia. Vestirse está lleno de placeres pequeñitos que son deliciosos, vestirse es como ver a mis amigos a diario y decirles que los noto, que noto la felicidad que me dan sus pequeñeces, la dicha que me da no extrañarlos más.

Credits: Ana Lee and Inslee Haynes illustrations. 

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