viernes, 13 de junio de 2014

El Dios de las palabras y el Dios de la moda se dieron la mano.

La moda es como la lengua: hay que dejarla ser libre.



Tras el fallecimiento de una personalidad vital para la cultura colombiana (porque decir que fue Premio Nobel de Literatura sería una atenuación de su obra y de su vida) somos muchos quienes hicimos un recorrido mental del  paso de Gabriel García Márquez por nuestras vidas. Algo así como ver un montaje de recuerdos a blanco y negro, con melodías dulces de fondo y risas en cámara lenta.
Por mi parte rescato  tres recuerdos particulares:
1. La imagen tan clara de un Juvenal Urbino muriendo por alcanzar al loro en el patio de su casa y una risita mía que me recordaba que estaba leyendo.
2. Mi disfraz de mariposa amarilla que consistía en una trusa de lycra y medias veladas, también amarillas. Y finalmente,
 3. Su discurso "Botella al mar para el Dios de las palabras". En el expone de esa forma tan hipnotizantemente suya, que las palabras son poderosas y ellas mismas van definiendo su rumbo, en 'la inmensa Babel de la vida actual'. Además, Gabo pedía que los inquisidores de la lengua española dejaran de cohibirla para dejarla andar libre, para que esté cada vez un paso más cerca de fusionarse con las demás en una lengua universal.

Sobre este último recuerdo, Gabo decía que reprimiendo el idioma solo se lograría que los estudiantes lo odiaran. Como una parte cotidiana de nuestra vida, fundamental e incluyente, a la moda le pasa lo mismo: hay que dejarla ser libre para que no la terminen odiando. Es un instinto primario de nuestra sociedad aferrarnos a lo conocido para conservarlo tal cual, lo vemos en el arte, en la música, en el cine, al igual que con la moda y las letras. Nos olvidamos muchas veces que la transformación de aquellas cosas es lo único que permite que sobrevivan. Eso mismo vi hace poco en las reacciones de la gente en diferentes publicaciones sobre Rihanna en los CFDA Awards, donde fue proclamada ícono de la moda en el presente año, algo así como su propio Nóbel. Su look era toda una revelación. Revelaba un recuerdo de los años 20, un brillo digno del glamour de Hollywood y también revelaba un par de pezones. Si, pezones, la Bad Gal RiRi también tiene un par de esos. No eran aliens ni mutaciones o abominaciones de la naturaleza, y sin embargo, la gente actuó como si lo fueran. El vestido de Rihanna era una liberación de la moda, como las que suele tener la lengua cuando avanza, y causó que, hasta los más liberales se portaran como conservadores. Este es uno de esos casos en los que es difícil entender el criterio de selección de la gente para la indignación.


La moda es como la lengua porque sobrevive gracias a quienes la usamos a diario, y la transformamos, la usamos, la trajinamos, la llevamos como más nos convenga y eso no la hace mala o peor, solo la hace humana. La elección de Rihanna, y su premio como ícono de la moda, muestra que la moda está cambiando, que se derribaron creencias como que solo las niñas buenas como Audrey Hepburn y Grace Kelly llegan a ser icónicas. Muestra también como la moda es una demócrata consagrada y una adicta a los concursos de popularidad. Concuerdo con Anna Wintour al declarar que Rihanna es un ícono porque usa lo que usa para transmitir un mensaje, y su mensaje es claro y fuerte.

Hubo quién dijo que Rihanna no se veía como una señorita, que no tenía clase y que era una vulgar. A ellos les diría que mostrar el cuerpo no le quita lo que la hace “señorita”, que el mundo no se divide en clases y que ¿A quién en esta sociedad moderna le importaría no ser vulgar? Eso dijeron de Madonna hace 20 años y nadie más que ella le abrió camino a la moda en la historia contemporánea, a pesar de la incomprensión de muchos. Lo más probable es que dentro de unos años, las nuevas generaciones recogerán el legado de la Bad Gal Riri y les va a parecer una genialidad. Mientras  que nuestra generación adversa al cambio se limita a patalear por unos pezones que se atisban por un inmaculado vestido plateado. A los críticos escandalizados y los nuevos conservadores,  les pediría que a la moda la dejen correr, la dejen hacer de ella lo que ella quiera, porque si empiezan con sus reglas, su desaprobación y su dictadura, la van a volver odiosa, la van a volver Dolores en la quinta parte de Harry Potter y entonces ya nadie la va a querer. Y por mi parte la quiero querer, la quiero querer por lo que ella es: libre, voluble y loca, como todas las mujeres deberíamos dejarnos ser.        


Luciana Coconut

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