martes, 22 de julio de 2014

Jean Day


Los Jean Day en el colegio eran los mejores. Eran días preciados en los que podíamos sacar lo mejor del closet, al menos la mayoría, porque todo salón tenía ese ser de otra dimensión que nunca sabía nada de lo que estaba pasando a su alrededor y en Jean Day llegaba vestido con el uniforme. Pero yo nunca, yo anotaba en la agenda los Jean Day en vez de tareas. 

El Jean Day era la ocasión perfecta para decir Au revoir a las versiones más criollas de Tommy Hilfiger.  No más colores institucionales, no más azul oscuro deprimente combinado con rojo navidad, o quienes la tenían peor, no más color café. ¿Qué clase de color institucional es el café? Ni siquiera las banderas de los países lo usan. Por favor, es el color del chocolate y la bandera de Bélgica no es marrón por ningún lado. Pero eso sí, existen colegios con uniforme café con verde donde la costumbre evita que nadie quiera disfrazarse de árbol para la clausura. No más mocasines escolares con costuras beige y suela de goma, que dejaron cicatrices en la psiquis que aún no se borran. No más mini faldas en días de viento y no más, a los mil trucos para no sentir frío a las 7 de la mañana en el paradero. No más medias blancas que se escurrían con mirarlas y de tanto halarlas se escurrían más. Solamente por un día y $2.000 pesos: No más. 

Quisiera decir que escoger uno mismo su propia pinta era un grito de independencia, pero la oportunidad de hacerlo era tan escasa que parecía más bien un susurro. Un secreto de independencia a la tiranía de tener que apuntarse los botones de la camisa hasta sufrir de colapso traqueal.  23 años y es la hora que esas normas escolares todavía me parecen un sin sentido. Usar los accesorios que quería usar no me habría hecho más una criminal de lo que soy ahora y probablemente mi amigo secreto de Quinto grado hubiera adivinado que lo mío no eran los aretes de Paquita Gallego.

La eterna justificación de los colegios es que los uniformes evitan el bullying entre los estudiantes y hacen que sean tratados de igual forma. Tal vez no se les ha ocurrido enseñarles a los niños a no condicionar el trato a las personas según su forma de vestir. Esa perspectiva sobre los uniformes es equivalente a asfixiar a alguien para evitar que respire aire contaminado.  

Ya me emberraqué escribiendo este post. Pero, ¿Quién me manda a no estudiar en Constance BIlliard School, en el Upper East Side de Nueva York?


 
¿Se acuerdan del eterno discurso sobre valorar las pequeñas cosas? ¿De que no dar nada por sentado es la manera de alcanzar la felicidad? Generalmente me provoca infringir dolor físico a las personas que hablan así. Hoy recuerdo ese uniforme, esa sudadera tan antiestética y los mocasines, malnacidos mocasines, y valoro el hecho de que Jean Day sea todos los días, y les doy la razón a todos esos discursos eternos y su visión de la felicidad. No quiero acostumbrarme a elegir mi propia ropa, no quiero acostumbrarme al placer de decir que soy más que mi profesión, más que ingeniera, más que estudiante. A menos que sea azafata de Emirates, en ese caso retiro todo lo dicho acerca de los uniformes.   


1 comentario:

Andrea Altahona dijo...

Todavía no sé como descubrí tu blog, lo que sí sé es que tenemos cosas en común: 1. También estudio Ing. Industrial. 2. También soy bloguera 3. También disfrutaba los jean days (mi uniforme era marrón D:)

Me gusta como escribes! Muy sarcástica.

Siguiendo tus posts, saludos.